Árboles en la ciudad – 2


🌳 Árboles urbanos: seguridad, sabiduría y visión para el futuro

La presencia de árboles en el entorno urbano representa uno de los elementos más valiosos y esenciales para mejorar la calidad de vida en las ciudades modernas. Estos árboles no solo proporcionan sombra refrescante que ayuda a mitigar las altas temperaturas urbanas, sino que también juegan un papel fundamental en la reducción de las islas de calor, un fenómeno que afecta negativamente el confort térmico de los habitantes. Además, contribuyen significativamente a disminuir la contaminación tanto atmosférica como acústica, al absorber contaminantes y amortiguar el ruido generado por el tráfico y otras actividades urbanas. Otro aspecto importante es que fomentan la biodiversidad local, ofreciendo hábitats para diversas especies de fauna y flora, enriqueciendo así el ecosistema urbano. Los múltiples beneficios que aporta el verde urbano están ampliamente respaldados por una sólida y extensa base científica, como lo demuestran estudios e informes de reconocidas instituciones internacionales (Nowak et al., 2014; FAO, 2020; IPBES, 2022). Sin embargo, estos beneficios positivos conviven con una realidad compleja y dinámica: los árboles no son infraestructuras estáticas o inertes, sino organismos vivos que están sujetos a procesos fisiológicos naturales y degenerativos a lo largo del tiempo. Esto hace que sea absolutamente imprescindible realizar evaluaciones periódicas y rigurosas del riesgo que puedan presentar, para garantizar la seguridad de los ciudadanos y la conservación adecuada de estos valiosos recursos naturales.

Evaluar la estabilidad: una ciencia en constante evolución

La evaluación de la estabilidad de los árboles, conocida como VTA (Evaluación Visual del Árbol), está en un proceso continuo de evolución y mejora constante. A lo largo del tiempo, los métodos y las herramientas utilizadas para llevar a cabo esta evaluación se han desarrollado y perfeccionado de manera significativa; incluso el autor de una publicación ampliamente reconocida en el campo de la dendrocirugía confesó en un congreso haber cambiado su perspectiva y opinión luego de realizar nuevos estudios y análisis. En la actualidad, la comunidad científica acepta y reconoce que los árboles responden de formas muy diversas y variables cuando sufren heridas, podas o presentan cavidades internas, y que únicamente a través de un análisis multidisciplinario combinado con el uso de instrumentos especializados se puede obtener una valoración precisa y confiable del riesgo real de caída de un árbol.

Los arboricultores y técnicos especializados en el sector verde participan de manera constante en procesos de capacitación continua, logrando así obtener nuevas certificaciones que avalan sus conocimientos y habilidades. Además, emplean herramientas tecnológicamente avanzadas, como tomógrafos sónicos, resistógrafos y radares específicos para el diagnóstico detallado de las raíces de los árboles. Sin embargo, a pesar de todos estos avances y métodos sofisticados, cada análisis realizado sigue siendo esencialmente una evaluación probabilística, es decir, una estimación basada en probabilidades más que una certeza absoluta. La seguridad total solo se puede confirmar de manera definitiva en el momento en que un árbol realmente cae, pero, lamentablemente, para esa instancia ya es demasiado tarde para prevenir cualquier daño.

Decisiones complejas y responsabilidades compartidas

En el entorno urbano, las decisiones sobre la tala de árboles a menudo se perciben como arbitrarias o precipitadas, especialmente cuando el árbol aparenta estar en buen estado. No obstante, la realidad es más compleja: un árbol puede caer de forma inesperada aunque luzca saludable, o puede mantenerse firme durante años a pesar de estar dañado.

Cuando árboles de gran tamaño están ubicados sobre calles, aceras, paradas de autobús o en áreas infantiles, las personas encargadas de tomar decisiones deben evaluar cuidadosamente no solo la salud y el estado general del árbol, sino también el nivel de riesgo que se considera aceptable para la seguridad de las personas que transitan por esos espacios y para las infraestructuras circundantes. En una sociedad que suele enfocarse más en encontrar responsables después de que ocurre un incidente, en lugar de implementar medidas preventivas oportunas, la prudencia se convierte en una obligación fundamental, tanto desde un punto de vista ético como legal, para proteger a la comunidad y evitar posibles accidentes.

Las evaluaciones independientes realizadas por profesionales externos especializados se han convertido en la norma generalizada, especialmente porque muchos organismos locales no cuentan con el personal altamente capacitado ni con el equipo técnico adecuado para llevar a cabo estas tareas de manera interna. Sin embargo, es importante destacar que estos servicios suelen ser bastante costosos: por ejemplo, una valoración técnica arborícola (VTA) instrumental puede oscilar entre 250 y 750 euros por cada árbol evaluado, lo que representa una inversión significativa. Por esta razón, resulta fundamental abordar y gestionar este problema desde el inicio, prestando especial atención a la planificación y al diseño adecuado de las zonas verdes urbanas para evitar gastos elevados y garantizar un mantenimiento eficiente a largo plazo.

El auténtico desafío: diseñar con excelencia

Muchas de las críticas que conducen a podas severas o incluso a talas completas tienen su origen en errores cometidos durante la fase inicial de diseño y planificación. Especies de gran tamaño se colocan en espacios reducidos, muy cerca de edificios residenciales o sobre redes de servicios subterráneos, lo que genera múltiples problemas. Además, sistemas radiculares que levantan aceras, copas densas que sombrean viviendas o frutos resbaladizos generan conflictos recurrentes entre ciudadanos y administraciones. Sin embargo, la responsabilidad no recae en los árboles mismos, sino en la falta de una planificación adecuada y un diseño bien pensado desde el principio. Los árboles no son postes de luz estáticos: crecen, reaccionan a su entorno, pueden enfermar y tienen ciclos vitales que deben anticiparse desde el momento de la plantación para evitar problemas futuros. Por eso, es fundamental contar con criterios claros y bien definidos de sustitución programada, planes de mantenimiento sostenibles y, sobre todo, suelos permeables y vivos; sin agua, oxígeno y espacio suficiente para las raíces, ninguna especie podrá prosperar de manera saludable y sostenible a largo plazo.

Más allá de la emergencia: hacia un nuevo paradigma

El debate público en torno a la tala de árboles comúnmente se reduce a un enfrentamiento entre dos posturas: por un lado, quienes defienden la protección absoluta de cada árbol sin excepción, y por otro, aquellos que priorizan la seguridad pública y consideran necesaria la remoción de árboles en ciertos casos. Sin embargo, la verdadera solución va mucho más allá de este conflicto simplista y radica en un cambio profundo de enfoque. Es fundamental comprender el espacio verde urbano no solo como un conjunto de árboles estáticos, sino como una infraestructura viva, dinámica y esencial para la ciudad. Solo así será posible diseñar y gestionar estos espacios de manera eficiente y sostenible, adoptando estrategias que integren la conservación con la seguridad, en lugar de limitarse a lamentar las pérdidas y enfrentamientos.

Con el paso del tiempo, la visión sobre el desarrollo urbano y su relación con el entorno natural ha evolucionado considerablemente. Inicialmente, se hablaba de las “lenguas verdes” que servían como un vínculo viviente entre la ciudad y el campo, proporcionando espacios naturales que conectaban ambos ambientes. Más adelante, esta idea se transformó en la creación de “cinturones verdes” periurbanos, áreas protegidas alrededor de las ciudades destinadas a preservar la naturaleza y controlar la expansión urbana. Recientemente, las estrategias han avanzado hacia iniciativas más innovadoras como la despavimentación de superficies urbanas y la reforestación en zonas urbanas, buscando revertir la degradación ambiental y mejorar la calidad de vida urbana. Sin embargo, a pesar de estas ideas y proyectos, son pocas las ciudades que realmente destinan recursos significativos para llevar a cabo estudios profundos y planes a largo plazo que permitan materializar esta visión sostenible de manera efectiva y duradera.

Los árboles en la ciudad no deben ser vistos como un problema, sino como aliados fundamentales y esenciales para fortalecer la resiliencia climática urbana. Esto es especialmente cierto siempre que se respeten cuidadosamente sus necesidades biológicas y se integre de manera adecuada su manejo dentro de la planificación y el diseño urbano. Solo mediante este enfoque podremos evitar las talas innecesarias y minimizar los riesgos que se podrían prevenir, asegurando así ciudades mucho más seguras, bellas, saludables y habitables para todas las personas que las habitan.

“Los árboles no requieren ser podados; necesitan ser comprendidos.”


La evaluación de la estabilidad de los árboles (Tree Stability Assessment VTA), desarrollada por Claus Mattheck y Helge Breloer en 1994, es actualmente la base fundamental para el análisis de riesgos. Sin embargo, investigaciones recientes — en conformidad con la norma UNE 11708:2018 “Actividades profesionales no reguladas – Arborista y Tree climber” y las directrices del CNR (2022) — reconocen que estos estudios ofrecen estimaciones probabilísticas, no certezas absolutas.

El enfoque moderno de la gestión del riesgo arbóreo (Smiley et al., 2011; Costello & Quarles, 1999) considera el riesgo como el producto de la probabilidad de fallo y las consecuencias potenciales para personas y bienes.
Las inspecciones visuales y instrumentales (tomografía sónica, resistografía, radar, pruebas de tracción controlada) deben interpretarse teniendo en cuenta el contexto y la fisiología de la especie, priorizando intervenciones de mitigación (podas selectivas, descompactación, gestión del suelo) frente a las talas.

📘 3. Bibliografía Fundamental

Normas y directrices en el contexto italiano

  • UNI 11708:2018 – Attività professionali non regolamentate – Arboricoltore e Tree climber – Requisiti di conoscenza, abilità e competenza.
  • CNR, 2022 – Linee guida per la valutazione della sicurezza degli alberi in ambito urbano.
  • SIA (Società Italiana di Arboricoltura), 2023 – Manuale per la gestione del rischio degli alberi in città.

Referencias científicas y técnicas

  • Mattheck, C., Breloer, H. (1994). The Body Language of Trees: A Handbook for Failure Analysis. HMSO, London.
  • Smiley, E.T., Matheny, N., Lilly, S. (2011). Best Management Practices: Tree Risk Assessment. ISA, Champaign, IL.
  • Costello, L.R., Quarles, S.L. (1999). Tree Failures: Causes, Prediction, and Reduction. UC Cooperative Extension.
  • Roloff, A. (2016). Urban Tree Management: For the Sustainable Development of Green Cities. Wiley-Blackwell.
  • FAO (2020). Urban Forests and Trees in the Era of Climate Change.
  • IPBES (2022). Assessment Report on Biodiversity and Ecosystem Services.
  • Nowak, D.J., Crane, D.E., Stevens, J.C. (2014). Air Pollution Removal by Urban Trees and Shrubs in the United States. Urban Forestry & Urban Greening, 4(3), 115–123.

https://www.forestepersempre.it/es/arboles-urbanos-y-bosques-de-ciudad/